sábado, 28 de mayo de 2011

EL HOLOCAUSTO DEL PALACIO DE JUSTICIA. LA JUSTICIA COJEA PERO LLEGA

He leído con suma atención las dos sentencias condenatorias contra los oficiales Plazas Vega y Arias Cabrales. 25 años después se está haciendo justicia con las víctimas. El tema era vedado para el establecimiento recién acaecidos los insucesos. Recuerdo que Rivera -el hoy Mindefensa y entonces congresista- dijo públicamente que ese era un tema ya clausurado, sobre el cual no debería hablarse, porque la Comisión de Absoluciones había exonerado a Betancur. Nada más inexacto. La sentencia de Plazas refiere la desproporcionalidad del uso de la fuerza pública en la contratoma del Palacio. Y en la de Arias se observa claramente cómo la gente de la cafetería y otros salieron vivos del Palacio y fueron desaparecidos. Yo ese día iba camino al Palacio y me salvé por una llamada que me entró antes de mi viaje al centro de la ciudad y por unos 10 minutos no alcancé a ingresar, cuando el M19 se había tomado el Palacio para hacerle un juicio a Betancur por el incumplimiento de un pacto de paz. Rafael Urrego Beltrán, un vecino mío y a la sazón magistrado auxiliar, alcanzó a quedar dentro en el cruce de disparos y terminó traumatizado sicológicamente, aunque se salvó, quedó con secuelas de por vida. Mi profesor Humberto Murcia Ballén también era magistrado, perdió su prótesis y creyeron que estaba muerto, por ello se salvó. Todavía quedan varios militares incursos en el desaguisadco crimen de lesa humanidad, que no prescribe, y por el cual esperamos que sean condenados. No tiene presentación lo que dijo el General Bedoya según el cual estas sentencias "bajan la moral de los militares"; faltaba más! En verdad, la moral que se baja -si la tienen- es la de los responsables de los crímenes, no la de la gente de bien, que nada tenía que ver con semejante orgía de sangre, que violó el derecho de gentes. La justicia colombiana sabía que si no actuaba, el sistema internacional caería implacable sobre el Estado, con mayores perjuicios en su contra, pues las pruebas son demoledoras. Las víctimas necesitan resarcimiento. Ojalá la nueva ley de víctimas sea eficaz. No podemos olvidar que a Eduardo Umaña Mendoza lo asesinaron cuando estaba llevando este caso. Acadeum honra su memoria. Y siempre surgirá la pregunta: ¿Y Belisario Betancur?    

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